Solavayas del Año
Mariela Castro
Se acabó, por fin, la disimuladera. Se acabó eso de coincidir en el mismo lugar —la Asamblea Nacional—, entre gente —focas de circo registradas como diputados—, y disimular, y no reconocerlo de una vez y para siempre.
Se acabó ya que ese amor no se atreva a decir su nombre, no se atreva a gritar hacia la tribuna las dos sílabas que constituyen esa palabra, ese principio elemental que él le enseñara un día, tomándole su índice de bebé y llevándolo hasta apuntar su pecho de general tan condecorado, para hacerle repetir: Pa-pá.
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