Balsero. Historia de un viaje a la libertad II


#YoSoyBalsero
Autor: Hector Valle

Quiero antes de comenzar aclarar que no utilizaré nombres de los miembros de la travesía, decisión personal. Utilizaré sus motes, la manera en que se les conocía en sus barrios, en un futuro y con la ayuda de todos escribiré algo más serio y colocare más detalles.

Hoy se cumplen cinco años desde que salí de Cuba, cinco años de no ver a mis hijos, esposa y a mi madre, cinco años de exilio, cinco años en libertad.

Cada detalle plasmado en ésta y otras narraciones son mis recuerdos de un acontecimiento auténtico.

A continuación se narran hechos ocurridos días y horas antes de la PARTIDA inesperada con énfasis en el 7 de noviembre de 2013, primera fecha de nuestra odisea.

Planes Rotos,
Día 1:

Hace 12 horas que tocaron a la puerta los guajiros un par de hermanos de un campo yumurino de donde es mi familia materna, los colaboradores de la zona de Menéndez, las Salinas  y Hoyo Colorado que fueron indispensables para lograr con éxito el traslado de los que pretendíamos echarnos al mar y la confección de la balsa hecha en un lugar sugerido por ellos, además cuando el primer intento falló  a causa del guía ayudaron en la marcha de regreso que devino en desastre para la expedición en ese momento, pues bien los Guajiros estaban frente a mi en mi casa, traían noticias sobre movimientos sospechosos en el área aledaña a dónde el bote fue ocultado, además supuestas personas interesadas en llegar a tierras de libertad tendrían como suplir las pérdidas económicas de aquellos que ya habían desistido de intentarlo otra vez pero lo que más me preocupaba era que habían traído con ellos al Negro, el guardián de la balsa.

Cuando hablé con el Negro este me alertó sobre varios claro oscuros de los últimos días y que realmente el hubiera preferido quedarse allá, desicion unánime, luego de hablar fundamentalmente con El cabezón y el Barbero teníamos que ver con nuestros ojos que estaba pasando, no era el momento de partir, tocaba analizar la situación desde el sitio.

A primera hora nos iríamos a esa inhóspita geografía, como dije, no para intentar la salida, la idea era negociar con los nuevos interesados en el viaje los cuales suplirian las perdidas de los que ya no lo intentarían, valorar la situación y reabastecer la balsa multiplicando la disponibilidad de recursos.

Todo se organizó en horas, solo contamos con los más cercanos en definitiva no todos eran necesarios, yo mismo estuve a punto de no ir pero me dijeron que tenía que estar y lógicamente acepté, confieso que no creía ser de mucha utilidad para lo que se necesitaba pero por otro lado entendí lo que me tocaba.

Amaneció el 13 de noviembre de 2013 y poco a poco mi casa se convirtió en punto de reunión, cada cual llego con cuidado, chequeando no ser seguido, mi familia actuaba normalmente al tiempo que personas y sacos con probiciones llenaban los espacios, Carburo era el ultimo reclutado con la intención de revisar el funcionamiento del motor luego de días en un infierno de salitre, el resto iría para apoyar todas las tareas que nos proponiamos.

La despedida fue tibia porque el objetivo era volver, nunca regresamos. Ya listos con los nuevos recursos y con el plan aprendido el Cabezón y el Barbero fueron por el transporte mientras el chivato del barrio sacaba un taburete a la calle para tomar fresco. No había riesgo aparente porque solo nosotros sabíamos lo que pasaba pero esa presencia siempre entrañaba cierto peligro.

En media hora los muchachos se aparecen con un pequeño camión de pasaje, lo alquilaron entero, supuestamente para el campismo de la playa de Menéndez, en minutos montamos todos y cada libra de carga, el Chiva que vio el movimiento corrió a casa de su vecino de enfrente, seguro buscaba el teléfono para vender su vergüenza. 

Sin darnos cuenta ya dejábamos atrás kilómetros y recuerdos, el viaje fue un relámpago, una patrulla de carretera de la Policía del régimen se colocó tras el camión por más de treinta minutos como si nos siguiera ¡pero no!, nos pasó y así se disipaba ese riesgo, cuando el camioncillo entró por la carretera desierta que noches atrás nos había atormentado, en ese momento fue que me percaté "estamos cerca", superamos un primer obstáculo, los Guajiros detuvieron el transporte, nos tiramos sin llegar a lugar alguno, en medio de la nada frente a un monte, en instantes lo descargamos todo y nos adentramos en la ciénaga, mientras los conductores del camión contaban su dinero con una expresión de terror y certeza "sabían lo que pasaba" y por las caras hubieran preferido no saber.

Cuando llegamos a la orilla de ese mar interior luego de desandar una ruta más que complicada cada cuál se dedico a su misión, trasladar los nuevos suministros a la balsa, revisarla, chequear el motor y negociar, ¡ahí nos trabamos!

Estábamos en un ambiente raro, gente nueva alrededor de nosotros, de las personas que realmente esperábamos nada, y la intuición "que algo andaba mal", que podíamos perder la embarcación, que esa noche era desisiva, que ya la zona no era segura para nosotros, que los colaboradores habían dejado de serlo. 

No podía aceptar que nuestra tripulación no estuviera completa, busque una solución en mi cabeza pero no la encontré, nos miramos todos, miramos hacia adentro, el Cabezón y el Barbero sentían lo mismo que yo y de todas las opciones la más sensata era no tentar al diablo a las malas ideas, a las traiciones e intentarlo en ese momento. 

Comprendí, había que elegir romper el plan, jugársela ahora sin estar completos. Comenzó la caravana rumbo a la balsa, yo esperé y el Negro se quedó conmigo un rato, si yo no me decidía el se quedaría ahí conmigo, seria el ahora o nunca sonará raro pero algo me empujó, tal vez me equivoqué pero algo o alguien me empujó. Me metí en el fango, en el agua, transitar hasta la balsa era muy difícil, en ese fango das un paso y te entierras hasta el tobillo, con otro paso te hundes hasta la rodilla.

Cuando llegué último me estaban esperando, mire a todos, conté y eramos trece, mal número pense, no sé de donde tantos salieron, "trece", sólo advertí que cada cual haría lo que tocara, no habían más palabras, solo miradas, no era el plan pero comenzó la odisea en ese momento.

Con un esfuerzo de trece hombres bien coordinados logramos mover aquella embarcación de su cárcel de mangles, con la marea alta entró muy bien a una especie de jaula natural que lo protegió por días pero ahora sin flotabilidad fue un esfuerzo inmenso que incluyo daños a la estructura de la embarcación y su sistema de propulsión.

Salió, lo logramos, estaba flotando en aquel mar enrarecido, eran las tres de la tarde, me asegure de buscar el GPS marítimo que compramos, encontré las baterías, lo encendí, era un aparato sin conexión satelital pero al cual le podías incertar coordenadas y hacia esos destinos te llevaba sin error, la idea era navegar solo de noche para evitar los guardacostas de EEUU, le colocamos la latitud y longitud de Elbow Cay, cayo de Bahamas y destinos diferentes desde Cayo Hueso hasta Marathon en la Florida, además tenía las coordenadas de Cayo Sal, coordenadas que alguien puso sin mi consentimiento pero que no borré porque igual no molestaba, también de Bahamas ese cayo Sal, el GPS estaba operativo, cómo inexplicablemente funcionaba mi celular "un odioso HUAWEI" (hecho en trabajo voluntario por los chinos un domingo rojo ), teníamos hora, el GPS no serviría aún en la práctica, ningún destino en su memoria era útil ahora, teníamos que salir del laberinto que otrora rindió la expedición.

Flota la balsa, estamos listos todos, los que sí, los que no y los que también. Tenía que arrancar el motor y SORPRESA, arrancó. Estuvimos una hora buscando la salida, profanando la paz de ese lugar perteneciente al fin del mundo.

Apareció, esta vez el guía encontró el famoso canaliso Musulmanes, del que tanto me hablara mi abuelo, pero por ahí no pasaba una balsa de 16 pies de largo por 7 de ancho "creía yo" de pronto los recién llegados comenzaron a cortar ramas y troncos habriendo camino en un trabajo de más de una hora que termino con nuestra salida a otro laberinto de islotes en la Bahía de Santa Clara, aún sin poder utilizar el GPS, confiando en el guía andamos una corta distancia cuando se rompió algo ¿PERO QUE?, el timón, la única cosa que no tenia repuesto, el Barbero se lanzó al agua y con ayuda de mis deseos, suerte y la única soga inventaron algo que si bien no era seguro podía guiar el barco con dos personas sosteniendo cada uno un extremo del cordel que aguantaba el timón

Así, cada cuál comenzó a buscar su utilidad en la embarcación, siete de la noche, nos adentramos en esas aguas peligrosas llenas de pescadores y lo peor, de guardafronteras del régimen. 

Horas sin aparentemente avanzar, horas con la sensación de andar en círculos, con el peligro demasiado cerca, dudé del guía, "pensé" éste se perdió, buscaba un madero que como faro indicaba la salida de la Bahía de Santa Clara a mar abierto, fueron minutos desicivos, si fallaba estábamos presos, me impaciente, sentí que fue mala  idea salir, que no debíamos haber roto el plan, que las improvisaciones costaban caras ¡COÑO! PERO DE PRONTO, ese es el pilote, ahí está, recto que ya salimos, estamos saliendo, en 12 millas dejamos atrás a Cuba, lo encontró, salimos de los laberintos y de la Bahía, mar abierto, 12 de la media noche, se va el día 7, encendemos el GPS buscamos Elbow Cay, 66 millas y allá vamos, no lo podía creer, salió bien, estábamos en camino aunque no era el plan.

Continuamos mañana, con una madrugada de mal tiempo, un casi naufragio y una tierra milagrosa, por hoy se va el primer día de travesía, les dejo una foto satélite del escenario de la historia que acaban de leer.

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